Años de desencuentro con los que mantenían posiciones más centradas
dentro del PP y sus cuestiones personales y domésticas non han domeñado a la
veterana aspirante a la presidencia del Estado. Su instalación en valores
conservadores es la que se acomoda con la mentalidad de una mitad de esta
España, enfrentada a la otra mitad que no puede digerir frases para la
posteridad: “tengo dificultades para llegar a fin de mes”, ni actuaciones
decididas en defensa de unos valores que profundizan en esa división en dos
Españas, como sus ataques sistemáticos a los Sindicatos, al movimiento de los
indignados, sus llamamientos a que los MIR y los enseñantes se dediquen a
trabajar en lugar de estar de algarada en algarada o sus arrebatos, cortando
cientos de árboles en el Club de Campo para construir un campo de golf. Pero a
ella la blinda contra el desgaste su nacionalismo españolista excluyente, que
le lleva a arremeter contra la legitimidad del gobierno cubano, a presentar a
Carromero como víctima política,
Su afán privatizador abarca todas las áreas, pero
ella ha tenido la prudencia de hacerse a un lado mientras duran las
privatizaciones para que sean otros los que gobiernan mientras se dura el
expolio de los recursos públicos. Ahora es su brazo derecho durante tantos años
el que hostiga a Mariano y lo pone contra las cuerdas, mientras ella, emulando
a los pretores del Senado Romano, aguarda en la sombra y sólo interviene para
decir verdades incontestable por encima del ruido cotidiano, imbuida ya del
mesianismo que el populacho precisa destilen quienes les van a liderar y que
mezcla con un atractivo explosivo para la clase más conservadora, la autoridad
que le confiere su título nobiliario con la cercanía de su lenguaje cheli para
las ocasiones en que se impone hablar claro.
Fraga era un maestro en esa práctica populista
desde el enciclopedismo y en la autopromoción a partir de la expresión
ejemplarizante de la vida sin lujos y volcada en la política, aunque el dinero sucio
que Crespo traía de la Gürtel a Galicia le ayudó a ganar las elecciones él se
fue con una vitola indeleble de hombre incorruptible. Además, como Fraga que
sobrevivió a la malquerencia de los adláteres de Franco en la Corte, a un
atentado, al zapato de Beiras y a la radiación de Palomares, Aguirre da el
perfil de heroína que cae y se levanta incontables veces, sobreviviendo a un
accidente de aviación, a un ataque terrorista del que vuelve para dar una rueda
de prensa todavía en zapatillas, al cáncer y a la ola de corrupción que inunda
a su partido y de la que ella, aunque quiera simular lo contrario con su mutis
temporal, es gran responsable. No hace falta sino consultar las hemerotecas y
ver que bajo su presidencia de la Comunidad de Madrid, como en la Galicia de
Fraga, progresaron los contratos de servicios a empresas participadas por sus
políticos, y se sentaron las bases para el trasvase de consejeros a la empresa
privada una vez comenzasen las privatizaciones.
No importa. El Partido Popular acaba de bloquear
la posibilidad de que la corrupción de la clase política sea materia de
discusión parlamentaria. Entretanto, siguen amenazando querellas contra los
mensajeros y contra el que “filtró” los papeles de Bárcenas. El solo uso de ese
término delata a Cospedal.
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