Los catalanes ya tienen a todas sus ciudades conectadas. Y también la
Costa Brava, de modo que es un buen momento para recoger la simpatía
del electorado allende Pedrafita llamando al ahorro en algo
prescindible. ¿Prescindible?
Bruselas ya cursado una directiva en la que ordena la implementación
de presupuestos para impulsar la eurorregión Galicia-Norte de Portugal,
en cuyo proceso es clave la comunicación mediante la alta velocidad
entre Oporto y Vigo, para así completar todo el eje Atlántico. Porque,
si importante es el tráfico de personas ¿qué decir de la llegada del
tren de alta velocidad a los grandes centros de producción y a los
puertos exteriores? Esto permitirá el aprovechamiento y consolidación de
recursos estratégicos punteros: madera, biomasa, automoción,
construcción de aerogeneradores y plataformas maremotrices, piedra,
refino… Y, con ello, la convergencia más pronto que tarde de la
eurorregión con la Europa de la primera velocidad.
Pero, claro, nada de esto le interesa a Albert Rivera cuando en clave
interna y con ese discurso que cala en el resto del Estado habla del
sinsentido de invertir en Galicia. Sin embargo, ni una alusión a la
estación de Tarragona, a 11 km de la ciudad, lo que inclina a los
usuarios a utilizar el tren convencional. Ni del despropósito de una
segunda estación en Barcelona, ni del aeropuerto de Alguaire, concebido
para atraer turistas a las estaciones de esquí catalanas y que opera
bajo mínimos. Tampoco dice nada de la línea Girona-Figueres, sin apenas
demanda aunque la palma de la infrautilización se la llevan no las ya
abiertas en Galicia, de las más rentables, sino las de Huesca, Ciudad
Real, Cuenca, Valladolid, Guadalajara, Albacete, etcétera. Lo que es
grave es la inversión en estaciones sobredimensionadas, como la de
Utiel-Requena (12,4 millones de coste para un total de 21 pasajeros/día)
o la de Antequera (12 millones de euros y 90 pasajeros/día). La
terminal de Tardienta (Huesca) registra un tráfico de un pasajero al
día. Pero, ¿quiere esto decir que debamos suprimir el ave a Huesca o a
Albacete? Antes de eliminar trazados se impondría suprimir duplicidades
de estaciones, porque el tren cumple un papel importante en el
replanteamiento del país que queremos en el futuro. Se trata de ir
poniendo tierra de por medio con un modelo basado en la especulación que
sobreexplotaba el suelo en las zonas costeras y en las grandes ciudades
para, por el contrario, girar hacia una sociedad donde el rural recobre
protagonismo, modernizado y vertebrado con lo urbano. Además, el
trazado del ave pondrá a disposición grandes espacios bien comunicados
con los nudos, facilitando la radicación de oportunidades para
producciones estratégicas basadas en I+D+I, con los puertos, con las
zonas francas. ¿De qué sirve el aparato burocrático del Estado si detrás
nadie toma decisiones a favor de la creación de bancos de tierras y la
incentivación de condiciones favorables para el emprendimiento y el
asociacionismo? El Partido Popular, neoliberal y pasivo, presume de que
sus políticas activas están detrás del milagro de la creación de
empleos. Pero ¿de qué políticas hablan? ¡Si en realidad son los
emprendedores privados abandonados a su suerte y sin crédito quienes,
contra los escollos burocráticos, están generando su propio empleo con
una imaginación aguzada por la necesidad. Si acaso a la administración
prescindible hay que recordarle que inactúa en su deber de elemento
regulador, permitiendo el abuso de posición dominante de los grandes
distribuidores de la alimentación, que pagan a los ganaderos gallegos
precios muy por debajo del coste de producción. Cuanta más leche
entregan más se arruinan. Pero a los dueños de Carrefour, que reciben
elogios de las autoridades por promover la carrera de la salud en el
contexto amable del burgo les importa tres cojones que familias enteras
tengan que cerrar sus explotaciones, pierdan sus propiedades y se vean
en la necesidad de vivir con su prole de la beneficencia. 60.000
explotaciones han cerrado en la última década. Albert Rivera dirige un
partido de ámbito estatal pero, desde su chusco modo de percibir las
dimensiones, Galicia queda fuera. Sólo cuenta para ir a comer ricos
productos y para soltar el lastre del estrés en sus paisajes, cuanto más
aislados mejor. En su concepción de Estado el mensaje de lo que cumple
hacer beneficia a las comunidades visibles, bien por razón de su número
de votantes bien por su presencia en los medios. ¡Claro! El no había
nacido cuando se creó Galeuzca. Yo tampoco había nacido cuando Roma
ardió, pero sé quién es Nerón. Catalanes, gallegos y vascos unidos en
una entidad cultural, nacionalista, periférica, incluyente y solidaria
frente a la práctica totalitaria y ninguneadora del rodillo centralista.
El egoísmo de la derecha burguesa del partido de Durán i Lleida
rompió ese principio solidario en el seno de la necesaria divergencia.
Ciudadanos acaba de profundizar en esa brecha, y lo hace añadiendo algún
ingrediente bien calculado: ya no se trata de privilegiar el eje
Mediterráneo y olvidar el Atlántico. Ahora el mensaje va dirigido a
todas las comunidades que no son el Finis terrae: ahorrar en Galicia es
invertir en Extremadura, en Aragón, en las Castillas y también en
Cataluña. Esa ocurrencia viene de un partido que se denomina
“Ciudadanos”; bien entendido, ciudadanos de primera y ciudadanos de
segunda. Los gallegos somos de estos últimos para Rivera. Le pagaremos
su consideración como se merece en las urnas.
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