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lunes, 19 de octubre de 2015

DESESTIGMATIZAR LA ENFERMEDAD MENTAL


Un veinticinco por ciento de la población tendrá al menos un brote psicótico a lo largo de su vida. Es un argumento que ha de contribuir a la necesidad de desestigmatizar las enfermedades mentales y con ello acabar con la discriminación de quienes las padecen. La cultura del Sistema abunda, vive incluso inmersa en referencias exclusivas a la macroeconomía, las razones de mercado y de estrategia, el producto interior bruto, pero nada se detiene a considerar la vida de los individuos tomados de uno en uno y al impacto de las decisiones políticas en la dimensión de su acceso a derechos fundamentales dejando para el esfuerzo voluntarista de personas de valor incalculable para mantener el tejido social la susceptibilidad de recuperar para una existencia digna a los “trastornados”.
Todos conocemos en diversos ámbitos a personas “raras”, a veces hurañas, si acaso refugiadas en si mismas, o con pocas habilidades sociales, o proclives a raptos de genio, ausentes, ora pletóricas ora apagadas, calladas o verborreicas... todos conocemos personas así o acaso nosotros lo sea sin haberse reconocido como tal hasta tanto no le ha llegado información desde el exterior. Sea como fuera, hay un terreno abonado para la explosión de la enfermedad mental y no se puede enfocar de manera reduccionista; en el origen pueden estar las relaciones con los paterno filiales, o no; pueden pesar los traumas, o no; puede ser decisivo el factor genético, o no. En lo que si hay coincidencia científica es en el papel del stress continuado en el tiempo y con envergadura para propiciar el sobrevenir de la primera crisis. Superar el brote psicótico, remontar con ayuda farmacológica y psicológica, con apoyo familiar y con la cohesión de otros afectados supone la asunción de un papel de lucha del paciente por mejorar. Las primeras fases son de una dureza colosal pero es tanto el premio de recuperar un estándar de vida sin apenas restricciones que la sociedad debe tener presente, y reclamarlo así a la clase política, como objetivo prioritario la intervención terapéutica y la ayuda económica que lleve a ciudadanos como usted y como yo a poder desarrollarse plenamente en los ámbitos familiares, colectivos y profesionales.
Los que han superado un brote esquizofrénico o una depresión mayor o un trastorno obsesivo compulsivo suelen salir reforzados en un sentido: discriminan mejor lo importante de lo accesorio, relativizan para no dejarse atrapar por ese stress que viene impuesto desde fuera, mediático e innecesario. Adoptan la prevención como mecanismo de defensa, algo que de haber interiorizado antes, en muchos casos, les habría evitado el episodio. Lo mismo se puede decir acerca de la relación entre el consumo de sustancias psicoactivas –drogas- y el brote psicótico.

Por tanto, instituyamos todos los días como los de la salud mental, porque si hay algún órgano rector en toda su complejidad es el cerebro, y en ese equilibrio inestable de la sopa cerebral pesa nuestro barro pero también, y sobre todo, nuestras vivencias y nuestra relación con el entorno, con familiares, amigos, jefes y el Poder. Y en este punto tenemos gran responsabilidad y por tanto la llave de nuestras vidas.








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