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lunes, 16 de enero de 2012

FRAGA: La regresión gallega en un contexto estatal de progreso

A la muerte de Fraga se cumple una vez más esa costumbre tan arraigada en todos los medios de arropar un panegírico coral e incondicional en honor de quien en vida levantaba un sentimiento de rechazo coherente, razonado y compartido por muchos que ahora lo loan.
Llegado a Galicia de retirada de un escenario político estatal que no le había encumbrado a las alturas que ya ambicionaba cuando era ministro de la gobernación con Franco, Fraga gobernó en Galicia durante dieciséis años consiguiendo que las manecillas del reloj de la Historia girarán al revés que en la mayoría del resto de las regiones españolas. Su capacidad para vender humo ocultaba un inmovilismo de tal calibre que mientras las Castillas, Asturias, Aragón, la Rioja o Cantabria caminaban hacia la convergencia con Europa en su Galicia de reforzada estructura caciquil, con los barones nepotistas al frente de instituciones entendidas como redes clientelares, se profundizaba en los males que habían llevado a la rica nación de Breogán a estar habitada por pobres. Toda esa dureza formal de la que presumía el león de Vilalba cuando trataba en público a sus esbirros, a los periodistas, al servicio o a las mujeres que osaban expresar su criterio fuera de los fogones se volvía leptosomía, ineficacia y blandura –confundida con bonhomía- cuando negociaba en Madrid, o a la hora de servir en bandeja al capital foráneo –subvenciones mediantes- el control de sectores productivos estratégicos y la cesión de la gestión de los valores añadidos a la extracción de nuestras materias primas, al tiempo que ayudaba a apretar las clavijas a los productores gallegos más humildes, de cuyos intereses nunca fue valedor.
Sus sueños de grandeza le llevaron a importar pizarra y granito de Italia y Brasil para construir un continente para la cultura preparando el golpe de gracia a la presencia de contenidos en los barrios, en las villas y en las vidas cotidianas. La inversión en ladrillo fue inversamente proporcional a la consolidación de una red de bibliotecas vivas, o al apoyo a las artes escénicas y a los planes de normalización lingüística. Sus hambres electorales se saciaron concediendo a barones, gerifaltes y presidentes amigos de las diputaciones una autonomía total para elevar sus gastos de personal en contrataciones nepotistas que elevaron el listón de los gastos corrientes hasta reducir a la mínima expresión las inversiones productivas, con retorno de riqueza. Su docilidad y la ausencia reivindicativa en Madrid se inspiraba en ese estado idílico en el que mejor se está si no pasa nada. Tiempos dilatados en el Cacharrismo y Baltarismo y que sólo Cuiña osó cuestionar desde su ideario nacionalista que tanto incomodó a Fraga y que, a la postre, le llevó a su defenestración.
En cualquier empresa privada dentro de un escenario de dura competencia Fraga habría durado menos que un donuts a la puerta de un colegio. No ya por su estilo dictatorial, que también: desconocía la necesidad de rodearse de buenos equipos de trabajo, la delegación, la planificación por objetivos calendarizados... Ni siquiera por su anacronismo mental y su falta de inteligencia emocional que le hacía juzgar a las mujeres por su escote para caer simpático entre el populismo machoibérico con sus ocurrencias. Sobre todo no duraría en ninguna empresa privada competitiva porque entendía, en contra del pensamiento clásico hoy más aceptado que nunca, que moverse continuamente era sinónimo de avanzar, y se lo pasaba de inauguración en inauguración, o recogiendo votos de uno en uno o asistiendo a mil y un actos protocolarios en su agenda apretada mientras los catalanes se reunían con los chinos o los vascos firmaban convenios con grandes empresas para establecer programas de colaboración y de intercambio de conocimientos por experiencia entre el mundo académico y las fábricas.
A Fraga se le debe la pérdida de capacidad de negociación de unos precios por encima de los de coste para la producción de leche y carne. A Fraga se le debe el inicio de la puntilla a la construcción naval y el desmantelamiento de astilleros para la supervivencia de los de Cartagena y Cádiz. A Fraga se le debe la expropiación por dos duros de ingentes cantidades de terrenos para construir las auopistas más caras por kilómetro de todo el Estado, la debilidad histórica en la negociación del reparto de infraestructuras, de unidades de logística y salvamento marítimo, el diferencial en la inversión en red de geriátricos, raquítica, la demora en el inicio del desarrollo de la ley de dependencia, la inexistencia de incentivos a la innovación... Los gobiernos que han venido después, de cualquier signo, se han encontrado con el papel de arreglar un desaguisado monumental que ha dejado un hombre aupado por la derecha rancia y por el populismo que tan hondo calaba en los pasajeros de autobuses que recogían a los electores en sus casas y después de ejercer su derecho eran conducidos a pulpeiras para recibir el agasajo del cacique.
Con él se va una parte muy oscura de la Historia de Galicia.

(Difusión estatal, en castellano)

1 comentario:

  1. Hola,

    de entrada nos ha encantado la expresión "ciudadanos del mundo" y que haya entradas en vuestro idioma, se advierte un orgullo a flor de piel.
    Luego, no podríamos opinar sobre el contenido del artículo, pero sí sobre la forma de expresarlo, muy correcta.

    Te dejaremos comentario en la Blogoteca.
    Un saludo cordial.

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