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jueves, 21 de febrero de 2013

Intereses biotecnológicos, arma bélica, control de la población... NOS FUMIGAN

...El sistema capitalista se encontraba sobrepasado en su capacidad para satisfacer las necesidades de una población creciente y a la vez mantener los grandes beneficios de las multinacionales de una manera sostenida en el tiempo.
Sobraba población y los planes de vacunación, la utilización de agentes patógenos, las guerras y los estímulos a la anticoncepción se mostraban insuficientes para reducir el número de habitantes a los dos mil millones, con poder adquisitivo, apetecidos desde la Oligarquía. Probablemente proyectos como el Shalk adquirían el papel de mayor protagonismo no sólo por su capacidad para desertizar amplias áreas geográficas sino también por dar la opción a sus Gobiernos y monopolios de comprarlas a bajo coste, enajenando las fuentes de recursos y desarticulando la capacidad de países enemigos del Imperio para tomar decisiones autónomas. El departamento de Defensa de los EE.UU. llevaba veinte años invirtiendo grandes sumas de dinero en el proyecto Shalk. Un inmenso parque de antenas interconectadas en Alaska era capaz de emitir a un punto de la Estratosfera más de tres millones de vatios de ondas de Alta Frecuencia. Con el calor generado, la estructura molecular de la Ionosfera era empujada hacia el espacio. La columna de aire caliente desplazada y empujada hacia la Ionosfera era reemplazada por masas de aire de la atmósfera inferior, alterando así el flujo de corrientes en chorro de la región y las condiciones de presión. Shalk podía dirigir su acción a cualquier lugar del planeta e influir así en su clima. En la práctica conseguía que la Ionosfera calentada desviara el caudal de la corriente central del globo desplazándose a trescientas millas por hora. Este era un punto muy relevante teniendo en cuenta que todo el agua de la lluvia viajaba en esos flujos. En resumen, Shalk era capaz de impedir la descarga de lluvia en una región y propiciar un diluvio en otra.
La finalidad inicial del Proyecto era, en teoría, la de destruir misiles y espiar las comunicaciones, pero sus planes más ambiciosos pasaban por influir decisivamente en el clima y potencialmente en la actividad del cerebro humano. Las fumigaciones jugaban entonces un papel complementario en todo el plan. Aviones militares y otros fletados por los grandes monopolios derramaban en el aire cantidades ingentes de óxido de metales que eran calentados por las ondas del complejo Shalk impidiendo la condensación de las nubes y de las lluvias.
Diversos países habían elevado una protesta formal en la ONU contra la actividad del Imperio, pero el ejército de los EE.UU. no parecía reconocer el status de otras Administraciones supranacionales. Durante tres días crucé datos climáticos, macroeconómicos, de coyuntura social y de reglamentación en los cultivos de los países que estaban padeciendo las alteraciones más salvajes en el clima. Encontré que países donde no se cultivaban transgénicos registraban igualmente la presencia de chemtrails y sus suelos estaban ya secos e improductivos en gran medida. En otros casos, países del como sur americano que habían pleiteado con la multinacional del maíz transgénico estaban sufriendo, después de meses de intensas fumigaciones, inundaciones catastróficas sin precedentes cercanos en la Historia.
En Proyecto Shalk, de la misma manera que podía desviar las masas nubosas también era apto para concentrarlas en un área y, en última instancia, podía intervenir en la presión atmosférica para que ésta guiara a los huracanes en una u otra dirección, o provocar movimientos sísmicos con sus emisiones de miles de millones de vatios haciendo vibrar brutalmente las rocas.
Pero lo más inquietante del proyecto Shalk estaba relacionado con las “ondas Schumann”, descubiertas por el profesor alemán en los años cincuenta. Schumann descubrió que las ondas que viajan desde la Tierra a la ionosfera y de nuevo otra vez a la tierra vibran a la misma frecuencia, de 7,8 ciclos, que las del hipotálamo en los mamíferos, y que sin ellas la vida no sería posible para la especie. Tanto era así que los astronautas debían llevar generadores de ondas Schumann en sus viajes para no enfermar de gravedad. De todos era sabido que las tormentas afectaban ostensiblemente a algunas personas que veían alteradas sus frecuencias de funcionamiento cerebral. La hipótesis de que Shalk estuviera emitiendo en frecuencias incompatibles con la normal actividad cerebral sobre poblaciones no alineadas o para “depurar” a la población no parecía descabellada. Llamé a Eduardo para preguntarle datos más concretos sobre morbilidad y me confirmó que además de trastornos del sueño y nerviosos generalizados habían aumentado exponencialmente los episodios cardiovasculares, y ese era un indicio nada despreciable...

(Fragmento de la novela "EL ÚLTIMO PERIODISTA. Alerta Chemtrails")

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