Hai pouco manifestaba neste blog a miña
intención de mandar para o carallo a invitación constante dos
medios para seguir a final da Champions -cousa que cumprín, e iso
que fun xogador e adestrador de fútbol- e esgrimía unha serie de
argumentos:
Yo
no voy a ver la final de la Champions. No es una afirmación gratuita
ni un simple juego de palabras. Se trata de un pronunciamiento de
principios, de un acto reivindicativo frente a la estrategia de un
régimen de gobierno que nos quiere instalados en la mansedumbre y
anestesiados. ¡Pan y circo! “La religión es el opio del
pueblo”... El fútbol es el soma de “Un mundo feliz”, es la
pócima que consigue desviar el foco de nuestra atención del
escenario de lo cotidiano y suaviza siquiera, por un momento, la
depresión colectiva ante una realidad contra la que parece inútil
rebelarse y que tiene sembrados los vecindarios de víctimas del
mismo Sistema que permite la ascensión en la escala de poder de
hampones que construyen esos gigantes del gasto a los que se premia
con recalificaciones y tratos de favor aunque tengan contraídas
deudas sostenidas en el tiempo, e incrementadas con los fichajes
estrellas, con la Seguridad Social y la Hacienda pública hiper
millonarias mientras se embarga a autónomos por caer en desgracia
tres meses seguidos.
Pero
lo que más jode es la instrumentación del patriotismo de los
colores por parte del Presidente del Gobierno y, tradicionalmente, de
la monarquía. Ambas instituciones son capaces de guardar silencio
durante once meses y veinticuatro días, mientras el país se
desangra y los humildes reestructurados son desahuciados con la deuda
a cuestas de por vida, a pesar del decreto ley que presentara entre
lágrimas –ahora se comprueba que falsas- la vicepresidenta
anunciando un nuevo horizonte para los que caen en desgracia. Sí,
los que ejercen la responsabilidad de hacer cumplir la Constitución
buscan en el confort de sus silencios la fórmula contra el desgaste
que producen las palabras que hieren. Por eso echan, sin embargo, el
resto en los siempre rentables ejercicios populistas de campechanía
reafirmando su amor por colores patrióticos, que unen a sátrapas y
a siervos, a tiranos y a víctimas, a los que firman la eliminación
de camas de hospital con los que mueren esperando una prueba clínica.
Que
se entere esa ralea que quiere mover los hilos de nuestros
comportamientos gregarios, que lo sepan los hampones que celebran la
facilidad con que el fútbol instrumenta la unión mientras los
asuntos que atañen a la vida son vividos por los ciudadanos en la
soledad de sus casas, en silencio. ¡Le pueden dar por el culo a la
final de la Champion! A mi me van a encontrar siempre en las
manifestaciones pidiéndoles cuentas por su abuso de poder y por su
defensa de los intereses oligárquicos aun a costa de condenar a
miles de ciudadanos a la exclusión social, a la enfermedad, a la
muerte en muchos casos. Muchos se gastarán cuatro mil euros en
asistir a la final; millones más lo verán en su casa o en el bar
con ese confort que da pertenecer a una especie que necesita,
necesitamos, la manada, sentirse dentro del mundo. Yo y otros cuantos
raros, a los que nos gusta mucho el fútbol, tenemos un plan que no
pasa por hacerle el caldo a la mafia y a los propagandistas del
régimen.
¡Viva
el Marino de Mera! ¡Viva el Atlético San Pedro! Su patrimonio son
sus escuelas y su afición.
Pois ben, renovo, reforzada, a miña
intención de botarlle os cornos áo plan obsceno da Federación de
fútbol de pagar unhas primas desorbitadas, que multiplican por dez
as dos ingleses, por exemplo, aos xogadores en razón aos resultados
obtidos. Desalentador pagar setecentos trinta mil a cada xogador se
gañan o mundial nun país no que mesmo se escatima en evitar mortes.
É un plan defendido polo xa no seu día sentado fronte ao xuíz,
Villar, que catalogaba de chuquilate do loro a atención de gastos de
hotel de familiares de federativos nas xiras por China e Corea.
Aínda por riba ese elenco de xogadores
considerados un exemplo edificante para as novas xeracións piden
percibir as primas en países con fiscalización máis favorable.
Polas do mundial de Sudáfrica xa non cotizaron en España. É un
xeito ben chusco -e legal ao parecer- de atender á recadación de
impostos, pero non me negarán que non resiste a comparación co
feito de que aos emigrantes en Suiza hai décadas se lles demandan
agora retencións non efectuadas porque mesmo non lles foran esixidas
no seu momento de resultas dun “vacío legal”. Son as dúas varas
de medir de sempre.
O dito, non vou ver o mundial e, como
son ateo, pedireille á conxunción planetaria que a selección
española fracase para, dese xeito, aforrar a carga de odio social
que a unha lexión de excluídos pode producirlle o espectáculo
miserable de dispor de trinta millóns de euros extra por facer o seu
traballo.
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