En esta España de cifras macroeconómicas balsámicas, pero donde
emerge una clase de trabajadores que se dejan la piel para ser cada día
más pobres, en este país milagro (Montoro dixit) afloran sin tregua
“perfiles Blesa”, en una proporción suficiente para acuñar la idea de
que la población en general, la gente de lo común y especialmente los
que peor lo están pasando son personas pacíficas. Esos delincuentes de
guante blanco que afloran por doquier no se escaparían al análisis de
cualquier terapeuta con mediano conocimiento de la naturaleza humana.
Toda esa jarca, los Blesa, Granados, Rato, Pujol, Cotino, Fabra,
Matas y sus colaboradores necesarios, Urdangarines, Bigotes, Crespos,
etc., sea como alimentadores del flujo de comisiones ilegales sea como
copartícipes de apropiaciones indebidas, comparten un denominador común,
un perfil psicológico que, con pequeños matices diferenciales, no
resiste más de una o dos sesiones el análisis de un profesional del
diván.
En la España del milagro económico de Aznar, la de la liberalización
del suelo y la apuesta por depositar el crecimiento económico y del
empleo en la actividad constructiva: de viviendas, obras faraónicas,
infraestructuras de dudosa necesidad que ahora ven crecer la hierba
entre el cemento, de aquel país que deslumbraba y al que el gurú
emergente y acomplejado de Valladolid alineó con los intereses perversos
de los delincuentes de Estado Rumsfeld y Bush, ahora confinados en su
país para eludir la acción de la Justicia Internacional, procede una
clase de dirigentes, consejeros, directores generales e incluso
ministros que arrastraban, como ya ocurriera en el PSOE felipista,
hambre atrasada; pero ya no tanto de la prerrogativa de dictar órdenes,
sino de ese otro poder, más materializable a través de los sentidos, que
proporciona el dinero o, lo que es lo mismo, el acceso a bienes
materiales y carnales reservados para unos pocos elegidos.
Como Casanovas que encadenan una conquista tras otra incapaces de
amar a ninguna mujer, los Blesas encontraban placer en encargar caviar
de Beluga por el vértigo que producida en sus organismos
adrenalinodependientes gastar con un chasquido de dedos 390.000 € para
impresionar a los comensales durante lo que duran unos entrantes. La sed
insaciable de poseer los llevó a atesorar deportivos o yates a los que
no llegaban a quitar el papel de celofán. El diván diría que para esos
personajes sería insoportable la frustración por no poder materializar
un deseo. Algunos, como el hijo mayor de los Pujol o el propio Blesa,
desarrollaron un pensamiento supersticioso: algo iría mal si no
alcanzaban a adquirir un Testarrosa o una pluma con zafiros y diamantes.
El colmo de los Blesas, según el diván, es que sentían un placer
orgásmico en dimensiones inversamente proporcionales a la deriva de
preferentistas y contribuyentes. El ego del banquero se agigantaba -así
lo demuestran sus correos- en la medida en que los ahorradores de
Cajamadrid, Bankia lo iban perdiendo todo. La fiscalía del Estado,
secuestrada por el poder político, inhabilitó al juez Elpidio por
imponer una fianza a Blesa, cuando para ello ya abundaba el motivo de
comprar un Banco en América por el triple de su valor objetivo; con
estos mimbres los líderes del PP, con Rajoy a la cabeza, pretenden dar
lecciones de democracia a Venezuela. La Justicia, en manos de la
partitocracia, abona el odio social. Porque no basta con abominar de los
innombrables que ocupaban cargos de responsabilidad en el partido. Lo
suyo sería que el PP, como también el PSOE o CIU e incluso IU repusieran
el dinero detraído de las arcas públicas por RESPONSABILIDAD CIVIL
SUBSIDIARIA y por haber elegido mal a sus cargos –o bien, si de lo que
se trataba era de financiar al Partido, antes de que la ambición los
arrastrara a llevárselo crudo a cuentas particulares domiciliadas en las
Caimán-.
Si algún día ocurre un magnicidio, habrá que buscar a los
responsables entre las bancadas del Parlamento, en los escaños de la
Comunidad de Madrid, del senado, de las diputaciones de dónde proceden
los incontables imputados que han encenagado una profesión vocacional y
altruista en origen.
VIDAS EJEMPLARES
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