Quiso el destino que ayer tuviera que
acompañar a un familiar a la Residencia Sanitaria. Fue el caprichoso destino el
que quiso que a las tres de la madrugada, en unas Urgencias al borde del
colapso, conectara la teletienda en mi Smartphone, chino como el fumanchú de
las infusiones. El resto de las cadenas no estaban operativas. Sentado allí, en
un silencio espesado por una nube tóxica de virus indefinidos, conocí la
existencia, providencial, del té de mango del doctor Minga.
¡Qué poderosas virtudes las de esa
infusión que convierten a una mujer con obesidad mórbida en una sílfide u
ondina en veinte días! ¡Y sin más esfuerzo que el de beber dos litros al día de
esa poción mágica! Cincuenta euros por un paquete de té parecerían un elemento
suficientemente disuasorio de no ser por los resultados obtenidos con su
ingesta.
Lo más cachondo es que puedes atiborrarte
a chorizos de Sarria, panceta de A Fonsagrada o Chuletones de Moaña, que
mientras tomes el té del doctor Minga darás unas cifras en las analíticas
semejantes a las de un Iron man. ¡Es acojonante! A las chicas con las tetas
redondas y caiditas les pone unos pechos aperados de turgor y contundencia
formidables. Elimina celulitis y cartucheras, no hace aparecer las temidas estrías
por grande y abrupta que sea la pérdida de peso. Antes bien, la piel adquiere una
textura de porcelana y donde antes había un gran pandero ahora desafían la
gravedad dos redondeces pétreas como cocos del Caribe.
Pero además está es aspecto social: la misma
mujer que bajo el epígrafe “antes” aparece con su grasa abdominal en una vida
en blanco y negro, en la nocturnidad de su triste sala de estar, reaparece
moldeada saliendo de la piscina con ademanes de diosa iluminada por el sol
radiante.
Y ¿qué decir de los hombres? No sólo
pierden peso. También, en apariencia, el exceso de vello, la joroba y la cara
de apampados. Su semblante, que antes reflejaba a un perdedor, a un derrotado
apocado y pusilánime cuya mayor emoción es la de cambiar sellos en el Rastro,
pasa a tornarse en el de un conquistador, seguro de si mismo y codiciado por
jovencitas de gran hermosura. Ahora, gracias al té de mango del doctor Minga,
puede triunfar en los negocios.
Salimos de la Residencia a las nueve y me
tiré al chocolate con churros del Timón como un poseso. Los chinos también
matan por los churros, la nueva explosión gastronómica en el país del doctor
Minga de los cojones.
No hay comentarios:
Publicar un comentario