El incombustible y bien cuidado Rouco Varela anda crecido.
Es la consecuencia lógica del clima angelical que viven las relaciones
Iglesia-Estado, con la restitución del status del dogma y su jerarquía terrenal
a un papel preponderante en la escuela, por encima de la carta Magna y el
corpus de normas que deben regular la convivencia de los ciudadanos en una
sociedad plural, sean cuales sean las creencias de cada individuo.
Anda crecido y tiene palabras muy duras paras los que osan
poner en tela de juicio que no sean los valores de la cristiandad los que
cimenten y motoricen en el día a día los planes operativos en las escuelas.
¡Y a mi que la Historia me parece terca y me anima a
proferir la blasfemia de que la Iglesia no se merece ser la que pastoree al
rebaño una vez más y en está ocasión anacrónicamente! Ya lo hizo en este país y
lo hace en otros muchos atendiendo a un patrón que se repite: la Iglesia del
lado del poder, la brecha entre ricos y pobres abriéndose más y más, las
acciones de asistencia caritativa para mitigar el hambre desde la resignación
mientras la Justicia Social nunca llega... Y no quiero que se interprete que es
innecesaria en este contexto de crisis la asistencia social y la cohesión y
solidaridad... ¡pero sin meter a Dios por medio! ¡Sin adoctrinamiento! ¡Desde
la sociedad civil que no puede asistir impasible al escenario de extrema
necesidad de millones de vecinos, al margen de cuestiones dogmáticas!
La Historia me parece terca y me dice que aquellos países
donde la presencia de las religiones es más débil son los únicos que se han
escapado al reguero de sangre. Las Religiones han sido históricamente una
fuente de conflictos, unha patente para el expolio, una ruta para la falta de
respeto hacia la distinticidad y la diversidad que nos hacía, a la vez, tan
semejantes. La Iglesia ha sido un poder temporal, con ejército, y con el arma
más poderosa: el miedo sembrado en el corazón de las familias, el temor a un
ser despiadado que sólo da el perdón por la intercesión de esa red de agentes
comerciales –a los que Cristo echó del templo- que, como Rouco y Munilla, se
afanan explícitamente y a veces de modo abyecto y subliminal en que su rebaño
practique el odio y la exclusión hacia los que no hincan la rodilla a la orden
de sus retahilas y rituales rezumantes de misoginia, de clasismo, de ataques
contra la libertad de expresión y la rebelión contra la opresión, de mensajes
en los que se condena a las víctimas de sus mentes enfermas y se administra el
perdón como una bula de acceso restringido.
Lo peor de que Rouco se venga arriba es que lo haga también
explotando emocional y oportunistamente esta crisis, parasitando la repercusión
positiva en buena parte de la sociedad del trabajo de Cáritas diocesana. Dada
la presencia y penetración de los curas en el conocimiento en persona de las
condiciones en que vive una familia este fenómeno alcanza gran magnitud en
España. No digamos en Galicia, ordenada históricamente a partir del primer núcleo
social, la parroquia. Pero el proceso de madurez de nuestra sociedad pasará porque
sean los instrumentos de la Administración, al margen del dogma, los que
articulen siempre y en todo caso la mejor forma de redistribuir y hacer llegar
las prestaciones precisas de asistencia social a partir de la disponibilidad
absoluta de los medios públicos. Otra cosa es que otras entidades o
instituciones privadas, también la Iglesia, a través de las aportaciones de sus
asociados, atiendan esos fines sociales. Pero el dinero público, para uso desde
la Administración Pública. Es lo suyo es un supuesto Estado laico,
aconfesional. ¿O no?
No hay comentarios:
Publicar un comentario