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miércoles, 21 de mayo de 2014

Yo no voy a ver la final de la Champions

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No es una afirmación gratuita ni un simple juego de palabras. Se trata de un pronunciamiento de principios, de un acto reivindicativo frente a la estrategia de un régimen de gobierno que nos quiere instalados en la mansedumbre y anestesiados. ¡Pan y circo! “La religión es el opio del pueblo”... El fútbol es el soma de “Un mundo feliz”, es la pócima que consigue desviar el foco de nuestra atención del escenario de lo cotidiano y suaviza siquiera, por un momento, la depresión colectiva ante una realidad contra la que parece inútil rebelarse y que tiene sembrados los vecindarios de víctimas del mismo Sistema que permite la ascensión en la escala de poder de hampones que construyen esos gigantes del gasto a los que se premia con recalificaciones y tratos de favor aunque tengan contraídas deudas sostenidas en el tiempo, e incrementadas con los fichajes estrellas, con la Seguridad Social y la Hacienda pública hiper millonarias mientras se embarga a autónomos por caer en desgracia tres meses seguidos.
Pero lo que más jode es la instrumentación del patriotismo de los colores por parte del Presidente del Gobierno y, tradicionalmente, de la monarquía. Ambas instituciones son capaces de guardar silencio durante once meses y veinticuatro días, mientras el país se desangra y los humildes reestructurados son desahuciados con la deuda a cuestas de por vida, a pesar del decreto ley que presentara entre lágrimas –ahora se comprueba que falsas- la vicepresidenta anunciando un nuevo horizonte para los que caen en desgracia. Sí, los que ejercen la responsabilidad de hacer cumplir la Constitución buscan en el confort de sus silencios la fórmula contra el desgaste que producen las palabras que hieren. Por eso echan, sin embargo, el resto en los siempre rentables ejercicios populistas de campechanía reafirmando su amor por colores patrióticos, que unen a sátrapas y a siervos, a tiranos y a víctimas, a los que firman la eliminación de camas de hospital con los que mueren esperando una prueba clínica.

Que se entere esa ralea que quiere mover los hilos de nuestros comportamientos gregarios, que lo sepan los hampones que celebran la facilidad con que el fútbol instrumenta la unión mientras los asuntos que atañen a la vida son vividos por los ciudadanos en la soledad de sus casas, en silencio. ¡Le pueden dar por el culo a la final de la Champion! A mi me van a encontrar siempre en las manifestaciones pidiéndoles cuentas por su abuso de poder y por su defensa de los intereses oligárquicos aun a costa de condenar a miles de ciudadanos a la exclusión social, a la enfermedad, a la muerte en muchos casos. Muchos se gastarán cuatro mil euros en asistir a la final; millones más lo verán en su casa o en el bar con ese confort que da pertenecer a una especie que necesita, necesitamos, la manada, sentirse dentro del mundo. Yo y otros cuantos raros, a los que nos gusta mucho el fútbol, tenemos un plan que no pasa por hacerle el caldo a la mafia y a los propagandistas del régimen.

¡Viva el Marino de Mera! ¡Viva el Atlético San Pedro! Su patrimonio son sus escuelas y su afición.






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